Surgió una tarde perfecta de mayo, radiante de primavera, rebosante de color y llena de luz , contaminada de olor y sonidos a campo, sentidos que nos mudan a momentos especiales de nuestra vida, ingredientes perfectos para derrochar sentimientos, amor y ganas por el otro. Nosotros estuvimos allí, en un lugar con muchas raíces y recuerdos para Álvaro, y ella como no, Lydia también quiso ser destinataria de todos ellos. Desearon y así lo decidieron compartir esos momentos con parte de su familia, Argos y Mía, a pesar de su aspecto, dos perfectos, dóciles , entrañables, candes y canos compañeros.
Nos trasmitieron…felicidad más allá de su intimidad
No les hizo falta guión, traían ensayados sus sentimientos, y afloraron las pasiones, fue muy fácil para nosotros estar ahí y apretar el gatillo, ejerciendo como ojeadores en pos de su trofeo, nos hicieron partícipes de su entusiasmo, pasión y ganas de quererse.
Al final cayó la tarde, y lo hizo por la puerta grande, deleitándonos otra vez con los aromas, visiones y polifonía, de la que ya apenas recordábamos condenados por un largo invierno que nos hacen otear el vecino estío, la esperanza y como no, el gran día de su boda.
………….. Y todo el campo un momento se queda mudo y sombrío, meditando. Suena el viento en los álamos del río. La tarde más se oscurece; y el camino que serpea y débilmente blanquea, se enturbia y desaparece…… Mi cantar vuelve a plañir, “Aguda espina dorada, quién te pudiera sentir en el corazón clavada”. (A. Machado).